Natalia Evangelista

Una yogini del siglo XXI

Nunca me hubiera imaginado que un día como hoy estaría explicando que significa ser una yogini. Cuando el yoga llegó a mi vida, ésta cambió para bien y ya nada volvió a ser igual. Lo mejor de todo es que mi entorno también se benefició.

El yoga es como una especie de romance contigo misma. Tiene sus etapas, todas ellas muy distintas aportando lo necesario para conocerte mejor. Comienzas a vivir el viaje hacia el interior de tu corazón.

Desde afuera hacia dentro, desde lo físico, mental y emocional a lo espiritual.

Tu cuerpo comienza a poner en movimiento músculos oxidados y olvidados, lubrica las articulaciones, oxigena todo tu organismo y pone en marcha toda la máquina perfecta que nos acompaña día a día, experimentando sensaciones que en la rutina cotidiana no tenemos la oportunidad de sentir. Al menos que trabajes en el Circo del Sol.

Nunca olvidare el primer día que acudí a una clase de  Ashtanga Yoga. Llegué  entusiasmada, con ganas de demostrar, más que de hacer. Le dije a mi maestro: Yo soy muy flexible!

Pero eso solo era una percepción de mi mente porque la realidad era otra.

Ese mismo día tuve mi primera lección, más allá de lo físico. Obtuve mi primer regalo, de enseñanza: la importancia de la humildad, del respeto y aceptación hacia uno mismo. Aprender a  estar presente en el aquí y ahora, de no enfocarme solo en los resultados, de confiar. De dejarme llevar, en lugar de auto limitarte con mis ideas.

Mi profesor Paco, siempre me decía que escuchase a mi cuerpo, que lo respetase, que no fuese de prisa. No tenía que demostrar nada a nadie, ni siquiera a mí misma, pero mi mente se resistía al mensaje, tenía la mente demasiado revuelta, solo me quería demostrar que yo podía.

Mi cuerpo rápidamente empezó a sentir los beneficios. En el aspecto fisiológico se me reguló el sistema digestivo, el estreñimiento desapareció, mi apetito cambió, ahora me apetecía comida más sana, dormía tan profundo que podía recordar los sueños, mi carácter se volvió más tolerante. Me sentía con energía y feliz sin una razón aparente.

A medida que mi práctica iba avanzando,  iba tomando conciencia de mi forma de ser, de como entendía la vida. Descubrí que solo  me centraba en los resultados, me exigía y forzaba a mi cuerpo al límite para llegar a la postura perfecta, ponía el foco de atención en el lugar equivocado.

Con el yoga comenzaron a pasar cosas en mí día a día, tomando conciencia de los cambios que se  producían en mi vida, al menos en la manera de reaccionar ante cualquier situación.

Recuerdo que estaba redactando un texto en el ordenador, y siempre solían surgirme contratiempos a la hora de escribir, pero esa vez no me alteré… Sorpresa! Desde la calma y del raciocinio fui capaz de terminarlo. Cuando antiguamente solían salir palabras subidas de tono, prohibidas para menores de edad, o dejarlo a medias para hacerlo “otro día”, apoderada por el sentimiento de frustración o agobio en mi mente.

Fue en ese momento cuando mi mente hizo click, algo había cambio dentro de mí gracias al yoga.

Que sensación más agradable, que felicidad sentí  por mi misma. Me sentí como una niña que consigue su primer logro.

Otro ejemplo que me ha impacto fue en la conducción. Vivo en Barcelona, una ciudad con mucho tráfico que a las horas punta se colapsa y no puedes avanzar, o te encuentras con conductores que parecen sacados de una película de ciencia ficción. Pues otra vez en este tipo de situaciones a la antigua Natalia se le habría acabado la paciencia, en cambio la nueva Natalia subía el volumen de la música y cantaba como si no hubiera un mañana. La verdad que podría contar muchos más ejemplos de los beneficios del yoga en mi vida, pero lo interesante es que cada uno lo experimentase  y descubra  en primera persona de lo que es capaz de vivir.

Se podría decir que me decisión de hacer yoga empezó desde un enfoque filosófico, para dar respuestas a mis preguntas internas, prolongar esa calma en mi mente y ese enfoque desde el cual descubrí a tomarme la vida. Cuando voy a seminarios o workshops para profundizar sobre el yoga, muchos de los relatos de los profesores, suelen contar que el yoga fue la única herramienta que les devolvió la salud, o que al menos ahora pueden disfrutar de una vida sin dolor o limitaciones físicas.

Como en todo romance llega un momento que sientes que quieres dar un paso más, que estás preparado para el compromiso. Así me ha sucedido con el yoga. Un día tome conciencia que quería que  el yoga formase parte de mi vida para siempre. Enfrentándome a mis las luchas internas. No resulto fácil. Mi mente no iba a ceder tan rápido a esos cambios, ella lucharía para seguir en su zona de confort, con sus hábitos y patrones de siempre, toda esta nueva rutina era demasiado trabajo y esfuerzo para ella.

Surgían  esos pensamientos disfrazados diciéndote: hoy no puedo, no tengo tiempo, estoy cansada, está muy lejos, mañana lo haré, que hago yo aquí, esto es muy duro…etc.

Nuevamente entendí que estaba ante otra lección: los pensamientos de boicot no paran, al contrario aumentan de intensidad. De ahí la importancia de tener un maestro, un guía, en el cual te puedas apoyar, confiar  esas dudas que te surgen, esas emociones contradictorias, que asustan por no entenderlas o simplemente aceptarlas. Simplemente descubrí  que solo uno es responsable de su propia vida. Si lo que realmente quieres es un cambio en tu vida tienes que entregarte al 100%. Porque la verdad es que cada uno tiene el poder de crear lo que desea.

El yoga es una luz que, una vez encendida, ya no se apaga. Cuanto más se practique, más brillará.

AGRADECIMIENTOS: CARMEN MORAN

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